¿El ‘síndrome de estar quemado’ afecta al rendimiento del profesor?

 

Publicado el 14 de diciembre de 2020

 

 

 

 

Hoy vivimos una realidad diferente. Las responsabilidades del teletrabajo, las clases virtuales, desde su planificación, la gestión administrativa, la demanda de producir investigación científica y la auto-exigencia puede llevar al docente de educación superior a sufrir agotamiento emocional que puede desembocar en el Burnout, reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “síndrome de estar quemado”.

Sobre este importante tema, Santiago Castro –Consultor, capacitador y Coach con 25 años de experiencia, actualmente docente del Business School y de la Escuela de Empresas de la Universidad San Francisco de Quito- analiza, para Reflexiones Pedagógicas, algunas señales para identificar el estrés no saludable y nos ofrece recomendaciones estratégicas para mejorar nuestro rendimiento laboral.

 

 

 

Bienvenido Santiago y gracias por este gran aporte, ¿en qué consiste el Burnout y de dónde surge?

Muchas gracias a ustedes. Es importante conocer el antecedente. Antes del Burnout tenemos lo que en Japón se conoce como ‘Karoshi’, que se trata de una enfermedad que produce muerte. En Japón pasa algo interesante y es que, desde el punto de vista cultural japonés, la productividad ha venido en descenso por un asunto de alta especialización. Entonces, es como un ciclo natural que se ha dado, se llega a un nivel tan alto de especialización que la productividad empieza a bajar. Los japoneses, por su cultura muy entregada, de detalle y de compromiso, han leído que para elevar la productividad hay que trabajar más. Y esto en vez de ayudar a elevar la productividad, ha hecho que la productividad baje ya que dedica más horas al trabajo. Y es preocupante, debido a esto el ‘Karoshi’ se lo considera una enfermedad de Estado.

Qué sucede en Japón y otros países asiáticos como Corea del Sur que las personas no llegan a tomar sus días de vacaciones completos. El promedio de tiempo que toman de vacaciones es de dos a tres días al año. Y cuando las toman, a veces, sienten que están cometiendo un pecado porque tienen que seguir trabajando y deben ser más productivos. Parecería que este tipo de conductas es parte de una dinámica eficientista que produce un conjunto de desórdenes sociales y se convierte en una enfermedad pública.

Entonces, este antecedente japonés va muy a la par de lo que ha sucedido en EE.UU. respecto al Burnout que traduciéndolo literalmente y poniéndole un poco de humor sería como estar ‘tostado’. Es estar quemado en actitud y energía. Tiene que ver con los estados depresivos. Se convierte en un problema social, es una enfermedad pública. Existen registros de muerte por Burnout en Estados Unidos, en Japón y algunos países de Asia.

 

Y ¿cómo afecta el Burnout a los profesores, más que nada, a los de Educación Superior?

A partir de la pandemia, que nos ha tomado a contracorriente, es innegable que uno de los sectores que más ha multiplicado sus horas de trabajo es el sector educativo, sobre todo por esta acción de trasladar nuestras clases presenciales a virtuales.

Los profesores, quienes tenemos responsabilidades en las universidades multiplicamos nuestros diseños de clases, propuestas, programaciones, investigaciones, actualizaciones… Estamos en reuniones todo el tiempo, es decir, la carga horaria que implica llegar a una vídeo-conferencia es realmente alta. Y esto ha provocado, en algunos casos, cierta saturación. Pese a que aún no tenemos cifras que evidencien estos casos en Ecuador, es algo que vamos a ir viendo poco a poco, será progresivo y se debe tomar de forma seria desde la perspectiva institucional.

 

¿Existen algunas señales que nos puedan indicar que estamos caminando hacia procesos de ansiedad o depresión laboral?

Existen síntomas que tienen que ver con la depresión y la aceleración en la que nos movemos. Pareciera que vivimos en un síndrome del tiempo escaso, estamos en un tiempo de que todo es para ayer. Esto ya nos indica que estamos en un terreno peligroso.

Estamos en una especie de gestión de la aceleración y la dispersión que se conoce como el ‘multitasking’. Por ello, sentimos que el tiempo vuela, el tiempo más que acelerarse se dispersa. En un espacio donde se multiplican las ideas, somos presa del tiempo, nos involucramos en tantas cosas a la vez que ya no hay proyectos.

Efectivamente existen algunos síntomas:

Uno de ellos es el cansancio extremo, nos ha pasado a muchos que al culminar las clases terminamos sumamente cansados, pero con un factor agravante y es que no nos movemos. Porque la mayor parte del tiempo estamos sentados. Es decir, nos cansamos más que antes, pero sin movimiento corporal y esto ataca directamente a la salud.

La otra es una sensación de superficialidad es como si le perdimos el encanto a la vida, al trabajo. Es decir, baja la emoción respecto a lo que hago y no solo en lo laboral. Todo pierde brillo...

Tenemos también la falta de memoria, la memoria empieza a desgastarse. No quiero ser negativo ni pesimista, pero se están presentando casos de Alzheimer juvenil, a partir de los 40 años, y se evidencian más casos de demencia senil. Parecería que esto de vivir en el ‘multitasking’, y con tales niveles de cansancio, son los antecedentes para que se muestren más este tipo de enfermedades.

La irritabilidad o agresividad emocional. No alcanzamos a cumplir los ‘deadlines’. Estamos tan apretados, siempre corriendo, con las justas y esto hace que se desconecte mente y cuerpo. Estamos tratando de gestionar esa complejidad a través de volvernos agresivos contra todos, es una relación de agresividad con el mundo, con la vida e incluso perdemos paciencia con nosotros mismos.

 

Definitivamente es preocupante, pero podemos evitar estos altos niveles de ansiedad o estrés que pueden producir el Burnout…

No se trata de lo que pueda hacer solo el profesor. Primero debemos bajar la autoexpectativa de ser perfectos. Debemos darnos la oportunidad de equivocarnos. La responsabilidad del profesor debe venir acompañada tanto de las políticas institucionales como estatales. Y esto es un asunto de Región más que de país. Vamos a confrontar ciertas limitaciones.

De las investigaciones que se han realizado en estos últimos meses sobre la educación virtual, hay elementos que dejan algunas lecturas. Por ejemplo, cómo volver más amable el ambiente de educación virtual con nuestros estudiantes. Esto pasa a partir de una gestión adecuada del número de estudiantes asignados por profesor y por aula. Y ahí encontramos limitaciones. Tenemos casos de profesores que están manejando un número entre 60 y 70 alumnos de secundaria, de escuelas estatales. Y en ciertos casos son profesores que dan todas las materias. ¿Cómo manejamos esto?

Una investigación en EE.UU. dice que para lograr un ambiente virtual adecuado un profesor debería tener un máximo de hasta cinco estudiantes por clase y si supera esta cantidad, se debe asignar un ayudante.

Si manejamos estos números en Ecuador prácticamente quebraría todo el sistema educativo privado. Entonces no es solo responsabilidad del profesor, sino también de las instituciones y las políticas estatales.

Pero, pensemos en nuestras universidades, somos las instituciones educativas quienes debemos marcar el camino al andar, porque esto es algo nuevo, por lo menos trabajaremos de esta manera un año más. Y jamás volveremos a ser lo que éramos antes de la pandemia.

 

Y a partir de ello, ¿cuáles son las posibles consecuencias?

La emocionalidad del profesor baja. Quienes están en un estado de depresión o Burnout van a bajar su compromiso. Y no es algo voluntario.

Antes de la pandemia ya sabíamos que la enfermedad más inhabilitante en el entorno laboral es la depresión. Y si nos situamos en este tiempo, no solo es la más inhabilitante, sino que se ha vuelto mucho más fuerte. Lo cual puede implicar una baja en el rendimiento educativo general.

Parte del rol del profesor en la actualidad frente a toda esta vorágine tecnológica es despertar el amor al saber y la conexión con lo social. Entonces, para que una persona pueda entusiasmar al estudiante debe estar en un nivel emocional muy bueno. Y si no estamos en esas condiciones no lo vamos a lograr. Sin duda, esto debe ser prioritario. Y si a eso le sumamos los problemas familiares entonces tenemos un caldo de cultivo muy especial para que pasen muchas cosas.

Vemos, entonces, dos posibles consecuencias: La baja en el clima laboral de las instituciones. Una persona quemada ya no aporta al equipo de trabajo y ni hablar de la calidad de las investigaciones. Y en el orden familiar, ya que se dedica más tiempo al trabajo que a la familia, se puede producir lo que se conoce como el ‘colapso de entornos’. Las consecuencias son sistémicas y las vamos a seguir viviendo en los siguientes meses y años.

Como toda disfunción es tratable. Existen diversos mecanismos, hay diferentes opciones que van desde la práctica siquiátrica hasta las consultas terapéuticas y el coaching.

 

“La historia de la humanidad nos ha enseñado a vivir las crisis, pasar las crisis y superarlas, todo evoluciona”.

 

Sin embargo, podemos decir, que existe un estrés saludable que nos impulsa a realizar cosas positivas y otro que es negativo. ¿Cómo identificamos ese estrés que puede hacernos daño?

Cierta cantidad de estrés nos motiva a cumplir propósitos. Ahora debemos determinar ese nivel de estrés bueno. Pero cuando vivimos en ‘multitasking’ en una vorágine de la rapidez, cuando vivimos en un entorno en el que el ser lento se ha convertido en un pecado, sinónimo de ser torpe, entonces parecería que todo lo tengo que hacer rápido y recordemos que lo rápido no es siempre amigo de lo excelente.

Las investigaciones demuestran que, para convertir a una persona en un pensador ágil, primero debo entrenarlo a ser un pensador lento, es decir, que realice pausas. La Revista Economist publicó, el año pasado, que los ejecutivos exitosos del presente y el futuro serán los que puedan combinar permanentemente el pensar rápido y pensar lento. Creo que en pensar lento está conectarnos con las causas y encontrar este tipo de estrés que nos motiva hacer cosas desde lo saludable. Pero cuando ya nos entregamos a el proceso, parece que nos perdemos en él. Y es cuando dejamos de controlar el estrés y se convierte en algo malo.

El estrés es bueno cuando me lleva a cumplir ciertos objetivos. Pero el control que tengo de ello, me va a determinar si estoy en el camino correcto. Sin convertirme en esclavo de mis metas. Si eso sucede, estoy al límite de pasar al estrés negativo. Los síntomas anteriormente mencionados nos ayudan a encender el ‘foquito rojo’ que nos indica que estamos superando el nivel de estrés.

 

Con este pertinente análisis, ¿cuál sería la mejor estrategia para afrontar los altos niveles de ansiedad y estrés que podrían llegar a causar el Burnout en los profesores?

Esta es una crisis sistémica ya que interviene una crisis sanitaria, económica, laboral, incluso familiar. La estrategia nos dice que pensemos a largo plazo. Esto trae a mi cabeza una reflexión interesante… Un jugador de ajedrez nos decía que táctica es saber qué hacer cuando hay algo que hacer y la estrategia es saber qué hacer cuando no hay nada que hacer.

Parece que estamos en un tiempo que no sabemos qué hacer. De ahí viene la necesidad de pensar estratégicamente. Debemos tener claro que toda crisis es temporal. En la actualidad, estamos cayendo en el negativismo o el negacionismo. El negativismo nos dice que esto no se va a arreglar y que simplemente las cosas van para peor.  Y no va bien. Este negativismo desconoce la categoría de la crisis. Ahora, debemos reconocer que toda crisis es temporal. Esto se va a acabar.

La historia de la humanidad nos ha enseñado a vivir las crisis, pasar las crisis y superarlas, todo evoluciona. Debemos decirnos a nosotros mismos que toda crisis es temporal. El negativismo nos quita la mirada de las cosas buenas.

Creo que, frente a la tragedia es importante reconocer que la vida tiene dolor, sufrimiento, pero también alegría. El problema es algo que nos prueba en convicción y en fe (no hablo de religión).

Debemos pensar que la crisis es una oportunidad. La palabra crisis viene de una raíz positiva crisol, crisálida, Cristo, criba que es la renovación a la excelencia.

Debemos reconocer que estos espacios virtuales en medio de la crisis nos permiten hacer nuevos contactos laborales. Es importante reconocer que separados no avanzamos. Es el momento de trabajar juntos, tener este sentido de sinergia.  La complejidad nos lleva a comprender esto.

 

Y en lo táctico…

Para la depresión la mejor medicina es el deporte. Está comprobado que el deporte genera una cantidad de oxigenación en el cuerpo y en cerebro que permite contrarrestar el cortisol en sangre. Y al hacerlo ayuda no solo a limpiar el sistema sanguíneo sino también ayuda al proceso gástrico digestivo. Además, permite la creación de nuevos vasos capilares en el cerebro y uno empieza a pensar mejor.

El estado depresivo del Burnout nos lleva al estancamiento. Es decir, que el lóbulo pre-frontal se bloquea y no permite tomar las mejores decisiones. Y cuando no puedo tomar decisiones esto me lleva a mayor estrés, mayor preocupación, mayor cansancio. Nosotros como profesores debemos rescatar el espíritu educador más que el espíritu burocrático.

Otra recomendación es el ejercicio de la amistad. Una amistad de virtud que significa tener referentes. La amistad provoca longevidad y vida feliz. 

Es conveniente pensar en ir más suave. Cuando perdemos la capacidad narrativa perdemos la esencia humana. La meditación nos permite pensar más lento para ser más rápido en el pensamiento. La clave es no perder la capacidad de tomar decisiones.

Y la toma de control. Es importante reconocer que estamos conectados porque cuando alguien está mal no es solo problema de la persona, la sociedad sufre. Yo aspiro que todos podamos en este proceso de dificultad ver las casusas fundamentales para apoyarnos en la medida que seamos más colaborativos esto camina para mejor.

Si usted requiere de mayor información o asistencia sobre el tema comuníquese con la Unidad de Bienestar de su Institución.

 

“La estrategia nos dice que pensemos a largo plazo… toda crisis es temporal. Esto se va a acabar”

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